El COVID-19 ha traído cambios sísmicos y nuevas tendencias de consumo para la gran mayoría de industrias. En el caso de la actividad turística, vemos que comienza a surgir el concepto de turismo de burbujas. Esto consiste en crear zonas seguras donde puedan reiniciarse los viajes, sin estar atados a esperar la llegada de una vacuna o el fin de la pandemia.
Un buen ejemplo son Australia y Nueva Zelanda. Su contención del virus les permite proponer la apertura de un corredor entre ambos países, con bajo riesgo epidemiológico. Lo mismo se contempla entre las fronteras de Suiza y Austria.
En Perú, si bien tenemos regiones muy comprometidas, hay otras como Cusco, cuyo trabajo de contención ha sido ejemplar, con tasas de contagio muy bajas. Una noticia alentadora, que abriría la opción de reactivar los viajes en nuestro principal destino turístico antes que el resto del país. No olvidemos que entre 60% y 70% de la economía de Cusco depende del turismo y quedarse sin visitantes hasta fin de año sería catastrófico para los locales.
Entonces, ¿por qué no evaluar si abrimos el Aeropuerto de Cusco para vuelos directos desde las ciudades con menos contagios de la región? Hay antecedentes. En épocas del terrorismo y el cólera, Bolivia promovía visitas a Machu Picchu directamente desde la zona altiplánica, sin pasar por Lima. Hoy, se podría estudiar crear corredores entre Cusco y ciudades de Colombia, Chile, Argentina. Con estrictos protocolos sanitarios en el aeropuerto y los hoteles, las probabilidades de un brote serían mínimas.
El Gobierno Regional y el MTC deben mirar de cerca cómo otros países implementan el turismo de burbujas y analizar su factibilidad en Perú. Busquemos formas inteligentes y seguras de reiniciar el turismo en las regiones aptas. El país lo necesita.